El caso Galileo

“Había perdido la batalla pero a la larga ganó la guerra. Fue mejor teólogo que los teólogos fueron científicos”, comenta Altschuler.

Fecha:
31 de enero de 2009

Autor:
Daniel Roberto Altschuler Stern

Resumen:
En esta conferencia Daniel R. Altschuler explica el conflicto de Galileo Galilei con la iglesia católica. Se narra parte del texto que Galileo recitó de rodillas en su juicio. Dicho texto contiene el porqué había sido juzgado; plantear que el Sol era el centro del universo y no se movía y que es la Tierra la que se mueve alrededor de éste. Galileo fue condenado a prisión domiciliaria aun cuando muchas figuras eclesiásticas importantes lo admiraban. Altschuler luego explica los hallazgos encontrados por Galileo y como estos causaron gran interés por diferentes astrónomos del Colegio Romano. Sin embargo no significó que todos estuvieran de acuerdo, sobre todo los aristotélicos más intransigentes. Cabe destacar que no todos los conflictos que tuvo Galileo fueron por la religión sino que la política también estaba involucrada. Una de las acusaciones que se le hacía era estar yendo en contra de las Sagradas Escrituras; algo en lo que Galileo se defendió. El profesor habla de los últimos proyectos que escribió Galileo y como su obra inspiró a otros cómo Isaac Newton. Al final se comenta cómo el caso de Galileo tiene similitudes en la modernidad con el conflicto que hay entre la iglesia y la teoría de la evolución.

Texto completo: 

… y dijo en presencia de los Israelitas: Sol, detente en Gabaón; Y tú, Luna, en el valle de Ajalón. Y el Sol se detuvo y la luna se paró, ….
Josué

Lo primero que surge a la mente cuando se menciona a Galileo es su conflicto con la Iglesia Católica y su juicio por la Inquisición bajo el papado de Urbano VIII, celebrado en 1633 en el convento de Santa María Sopra Minerva, en Roma. Galileo, luego de que se le mostraran los instrumentos de tortura disponibles, decidió abjurar y recitó de rodillas el texto que se le había preparado y que decía en parte:
Yo, Galileo Galilei, hijo del difunto florentino Vincenzo Galilei, de setenta años de edad, compareciendo personalmente en el juicio y arrodillado ante Vosotros, Eminentísimos y Reverendísimos Cardenales, Inquisidores generales contra la perversidad herética en toda la República Cristiana, teniendo ante mis ojos los Sacrosantos Evangelios que toco con mis propias manos, juro que siempre he creído, creo ahora y con la ayuda de Dios creeré en el futuro, todo aquello que considera, predica y enseña la Santa, Católica y Apostólica Iglesia.
Mas como por este Santo Oficio, tras haber sido jurídicamente intimado mediante mandato a que de cualquier modo debía abandonar totalmente la falsa opinión de que el Sol es el centro del Universo y que no se mueve, y que la Tierra no es el centro del Universo y que se mueve, y que no podía sostener, defender ni enseñar en modo alguno, ni de palabra ni por escrito, la mencionada falsa doctrina, y después de haberme sido notificado que la citada doctrina es contraria a las Sagradas Escrituras, por haber yo escrito y publicado un libro en el cual trato de dicha doctrina y aporto razones muy eficaces en favor suyo sin aportar solución alguna, he sido juzgado vehementemente como sospechoso de herejía, esto es, de haber creído y sostenido que el Sol es el centro del Universo y que es inmóvil, y que la Tierra no es el centro y que se mueve. […].

Yo, Galileo Galilei, he abjurado, jurado, prometido y me he obligado del modo que figura más arriba. En testimonio de la verdad he escrito la presente cédula de abjuración y la he recitado palabra por palabra en Roma, en el convento de Minerva, este 22 de junio de 1633.

Fue condenado por el tribunal: “Ti condaniamo al carcere formale in questo S.o Off.o ad arbitrio nostro; e per penitenze salutari t’imponiamo che per tre anni a venire dichi una volta la settimana li sette Salmi penitenziali…conmutada en seguida a prisión domiciliaria, ya que nadie, en el caso de Galileo, quería ensangrentarse las manos. De paso, es un invento que Galileo haya dicho Eppur si muove (Y sin embargo se mueve), aunque me puedo imaginar que lo pensó.

Así concluyó una historia fascinante que tiene carácter de tragedia griega en la cual los protagonistas se enfrentan inevitablemente, y se dirigen a un desenlace fatal como guiados por una fuerza invisible, contra la cual el personaje principal se rebela con orgullo audaz. ¿Cómo es que terminó tan mal la vida de uno tan ilustre, reconocido por muchos que ocupaban puestos importantes, tanto civiles como eclesiásticos?  Uno, del cual Ferdinando II de Médici, Gran Duque de Toscana dijera “la verdadera luz de nuestros tiempos”. Uno, al cual el mismo papa Urbano VIII cuando aún era Maffeo Cardenal Barberini, le había enviado una carta con motivo de una enfermedad:
Escribo porque hombres como usted, que son de gran valor, merecen de una vida larga para el beneficio del público, y también me motiva el particular interés y afecto que tengo por usted y por mi constante aprobación de su trabajo.

Este año 2009 ha sido declarado año internacional de la astronomía por la Unión Astronómica Internacional, celebrando los cuatrocientos años desde que por primera vez Galileo apuntara un pequeño telescopio de construcción propia al cielo. Aunque su telescopio era miles de veces menos potente que los grandes telescopios modernos, logró hallazgos de gran trascendencia que publicó en 1610 en su obra Sidereus Nuncius que inicia con:
Verdaderamente grandes son las cosas que en este breve tratado propongo a la vista y a la contemplación de los estudiosos de la naturaleza. Grandes, digo, sea por la excelencia de la materia misma, sea por su novedad jamás oída en todo el tiempo transcurrido, o sea también por el instrumento en virtud del cual estas cosas se han revelado a nuestros sentidos.

Galileo habla de montañas lunares, donde hasta entonces se había pensado que la Luna era una esfera perfecta hecha de quintaescencia, informaba sobre incontables estrellas en la Vía Láctea y, más importante aún, anunciaba el descubrimiento de las lunas de Júpiter (que Galileo astutamente llamó “astros de los Médicis”). Aquello demostraba de forma inmediata que no todo giraba alrededor de la Tierra, tal como se suponía. Galileo observó además las fases de Venus y su cambio de tamaño aparente, lo cual falsaba el modelo ptolemaico, y más tarde observó manchas solares. Todo indicaba que la separación aristotélica ente un mundo sublunar y uno supralunar era falsa.

Sus observaciones causaron gran interés y fue invitado a Roma por Barberini a presentar sus resultados, incluyendo a los astrónomos del Colegio Romano, para entonces la más prestigiosa universidad jesuita. Galileo se convirtió en una celebridad. Para los aristotélicos más intransigentes se negaron a aceptar lo que Galileo había observado, algunos argumentando que se trataba de defectos en los lentes del telescopio, otros negándose a mirar por el telescopio.

El conflicto tiene varios aspectos y no es principalmente uno entre ciencia y religión como muchos piensan, sino que tiene aspectos políticos relacionados a la cruenta guerra de los 30 años del 1618 al 1648, en parte entre protestantes y católicos, y que amenazaba la autoridad del Vaticano. Galileo se defiende, y en sus escritos lo hace con inteligencia y sarcasmo, de los académicos escolásticos y los astrónomos del Colegio Romano quienes a falta de buenos argumentos comenzaron a intrigar acusándolo de faltar a las Sagradas Escrituras, lo cual comenzó a involucrar a algunos jerarcas de la Iglesia. Así comenzó una batalla que se libró en escritos, chismes, denuncias secretas y maquinaciones tras bastidores. El padre jesuita y astrónomo Christoph Grienberger expresó luego del juicio a Galileo:
Si Galileo hubiese sabido cómo mantener el afecto de los padres del Colegio Romano, habría vivido en la gloria ante el mundo, ninguno de sus infortunios hubiese ocurrido, y habría podido escribir como quisiera acerca de todo, incluso del movimiento de la Tierra.

En realidad Galileo, como buen católico, trató de advertir a la Iglesia de los problemas a los cuales se exponía si atacaba una teoría del universo que luego se probara como cierta. En su carta Cristina de Lorena, Gran Duquesa de Toscana (escrita en 1615 y publicada en 1636) dice en relación a esta situación:

El motivo, pues, que ellos aducen para condenar la teoría de la movilidad de la Tierra y la estabilidad del Sol es el siguiente: que leyéndose en muchos párrafos de las Sagradas Escrituras que el Sol se mueve y la Tierra se encuentra inmóvil, y no pudiendo ellas jamás mentir o errar, de ahí se deduce que es errónea y condenable la afirmación de quien pretenda postular que el Sol sea inmóvil y la Tierra se mueva. […] Contra dicha opinión quisiera yo objetar que, es y ha sido santísimamente dicho, y establecido con toda prudencia, que en ningún caso las Sagradas Escrituras pueden estar equivocadas, siempre que sean bien interpretadas; no creo que nadie pueda negar que muchas veces el puro significado de las palabras se halla oculto y es muy diferente de su sonido. Por consiguiente, no es de extrañar que alguno al interpretarlas, quedándose dentro de los estrechos límites de la pura interpretación literal, pudiera, equivocándose, hacer aparecer en las Escrituras no sólo contradicciones y postulados sin relación alguna con los mencionados, sino también herejías y blasfemias: con lo cual tendríamos que dar a Dios pies, manos y ojos, y, asimismo, los sentimientos corporales y humanos, tales como ira, pena, odio, y aun tal vez el olvido de lo pasado y la ignorancia de lo venidero…

En una carta del 1615 dirigida al padre Antonio Foscarini, el influyente teólogo jesuita Roberto Cardenal Bellarmino (uno de los que condenaron a Giordano Bruno a la hoguera) expresa la postura de la Iglesia:
Digo que me parece que vuestra paternidad y el señor Galileo obran prudentemente al contentarse con hablar hipotéticamente y no absolutamente, como yo siempre he creído que había hablado Copérnico, pues decir que, supuesto que la Tierra se mueve y que el Sol está inmóvil, se salvan mejor todas las apariencias que suponiendo las excéntricas y los epiciclos, está muy bien dicho y no supone peligro alguno; y esto le basta al matemático. Querer afirmar que el Sol realmente está fijo en el centro del mundo y solamente gira sobre si mismo sin correr de oriente al occidente, y que la Tierra sea tercera en el cielo y gire con mucha velocidad alrededor del Sol, es cosa muy peligrosa no solo por irritar a todos los filósofos y teólogos escolásticos, pero también por perjudicar a la Santa Fe al hacer falsas las Sagradas Escrituras.

Pero Galileo, imprudente, no se contentó con esto y afirmó que no es lo mismo demostrar que, supuesto que el Sol esté en el centro y la Tierra en el cielo se salvan las apariencias que demostrar que verdaderamente el Sol esté en el centro y la Tierra en el cielo.

La resistencia a la idea del movimiento de la Tierra no se fundamentaba solamente en los textos bíblicos, aunque se entendía que si Dios mandó parar al Sol, eso quería decir que el Sol se movía. Pero los cuestionamientos eran otros: ¿Si la Tierra se mueve cómo es que no lo sentimos? ¿Si la Tierra no es el centro del universo entonces porqué las cosas caen hacía el centro de la Tierra? ¿Porqué no notamos el cambio aparente de la posición de las estrellas cuando las vemos desde dos lados opuestos de la órbita terrestre (el paralaje estelar que recién se pudo medir en 1838)

No había respuestas claras para todo esto, ya que era necesario cambiar la Física antes de obtenerlas. Eso es lo que ocurrió con el cambio que conocemos como “revolución científica”.

Así las cosas, la Iglesia bajo el papado de Pablo V, luego de muchas consultas, decidió en 1616 que el copernicanismo era herético y prohibió la publicación del libro de Copérnico hasta que no se le hicieran ciertas correcciones que indicaran claramente que se hablaba de forma hipotética.

En febrero del año 1616, Bellarmino a instancias de Pablo V, le informó a Galileo en un confuso incidente (algunos piensan que se falsificaron documentos) que la congregación del Santo Oficio había declarado que el copernicanismo era opuesto a las Sagradas Escrituras y se le indicó que la Inquisición había prohibido sostener, defender y enseñar la hipótesis copernicana. Sin embargo, en una reunión entre Galileo y el papa Pablo V, éste le indicó que entendía la situación y que Galileo no tenía porqué preocuparse.

En el 1625 Galileo comenzó a trabajar en su obra Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo, Tolemaico e Copernicano y al publicarla en 1632, causó una tormenta a pesar de haber sido autorizado por las autoridades eclesiásticas. Urbano VIII, nombrado papa en 1623, se sintió traicionado por Galileo, porque su tratado defendía con claridad el sistema copernicano, ignorando las instrucciones de 1616. Además, en la figura de Simplicio, parecía mofarse del Papa. Esto lo llevó al juicio en Roma.

Durante los últimos años de su vida, bajo arresto domiciliario, escribió su tratado más importante: Discorsi e dimostrazione matematiche intorno a due nuove scienze. Esta obra, llevada en secreto fuera de Italia y publicada en Leiden en 1638, estableció los fundamentos de la mecánica. Junto a los descubrimientos de Johannes Kepler inspiraron a Isaac Newton, quien en su monumental trabajo publicado en 1687: Philosophiae Naturalis Principia Mathematica realizara la gran síntesis, uniendo el cielo y la Tierra bajo las mismas leyes fundamentales. Galileo murió el 8 de enero de 1642 año del nacimiento de Newton. Había perdido la batalla pero a la larga ganó la guerra. Fue mejor teólogo que los teólogos fueron científicos.

La “revolución científica” inspirada con la publicación deDe Revolutionibus Orbium Coelestium por Nicolás Copérnico no es principalmente una revolución metodológica caracterizada por el uso de matemáticas y experimentación. Se conocen muchos casos en la edad media en los cuales se utiliza la experimentación y el cálculo (dentro de las limitaciones técnicas de la época), para comprobar o refutar ciertas ideas. Un caso interesante es el de Juan Filopón de Alejandría (~490- ~570) quien mil años antes de Galileo, escribió que los cuerpos pesados no caían más rápido que los livianos, aparentemente arrojando piedras desde alguna torre mucho más antigua que la de Pisa (desde la cual Galileo no arrojó nada oficialmente).

La revolución ocurrió más bien a un plano metafísico y cosmológico que cambió los fundamentos que formaban parte de la filosofía natural. La ruptura fue con la concepción metafísica aristotélica, de un mundo orgánico teleológico (en el cual hay una causa final), en el cual el mundo sublunar imperfecto era diferente al resto perfecto. En su lugar surge un mundo uniforme de leyes matemáticas y posiblemente infinito, en el cual la Tierra es nada más que uno de muchos planetas, un mundo mecánico de materia inerte en movimiento perpetuo y al azar.

El “caso” Galileo es un conflicto forzado entre ciencia y religión que surge en gran medida por las mezquinas luchas personales de los protagonistas. Galileo pretendía (por el bien de la Iglesia) que se separara los asuntos de fe de los asuntos de la ciencia. Galileo cita a Caesar Cardenal Baronius: El Espíritu Santo intentó enseñarnos cómo ir al cielo, no cómo van los cielos.

El moderno conflicto entre religión y evolución tiene similitudes con el caso de Galileo pero es muy diferente. En este caso no se trata de pugnas por autoridad ni de intrigas cortesanas. La evidencia a favor de la evolución es contundente y de mayor importancia no hay nada que demuestre lo contrario.

Es por eso que en un discurso a la Pontificia Academia de Ciencias en octubre 22 de 1996 el papa Juan Pablo II finalmente http://www.1000questions.net/fr/evolution/academie.html admitió la evolución biológica, aunque sólo lo hizo en parte ya que también postuló que hay una intervención divina en cuanto a la conciencia humana.

Hoy, … los nuevos conocimientos conducen a reconocer en la teoría de la evolución más que una hipótesis.

Más adelante:
Pío XII había destacado este punto esencial: el cuerpo humano tiene su origen en la materia viva que existe antes que él, pero el alma espiritual es creada inmediatamente por Dios.
En consecuencia, las teorías de la evolución que, en función de las filosofías en las que se inspiran, consideran que el espíritu surge de las fuerzas de la materia viva o que se trata de un simple epifenómeno de esta materia, son incompatibles con la verdad sobre el hombre. Por otra parte, esas teorías son incapaces de fundar la dignidad de la persona.

Es decir que se acepta la evolución biológica en cuanto al cuerpo humano, pero la conciencia, esa propiedad tan difícil de explicar, requiere intervención divina.

Al final, lo irónico del caso es que ni la Tierra ni el Sol resultaron ser inmóviles. Toda la batalla fue por una quimera (como lo son la mayoría). Varias “revoluciones copernicanas” le siguieron a ésta, cada una cambiando nuestra perspectiva en el sentido de hacer al humano menos significante. La próxima tendrá que ver con uno de los últimos vestigios del pensar obsoleto, la idea de una conciencia independiente del cuerpo material. Tendremos que aceptar a la luz de la evidencia, a pesar del deseo de autoridades y dogmas religiosos, el desconcertante hecho que somos simplemente un complejo de átomos que forman moléculas que forman células, entre las cuales están las neuronas, que se combinaron de una forma sorprendente para que surgiera una mente capaz de intentar entender cómo surgió.

GRACIAS

Cobertura:
Galileo Galilei

Audiencia:
Publico en general

Fuente:
Conferencia magistral ofrecida en la ceremonia de inauguración del Año Internacional de la Astronomía 2009 en Puerto Rico.

Colaborador:
Mayra Lebrón, Departamento de Ciencias Físicas

Editor:
CRET-Umbral

Licencia:
Creative Commons Reconocimiento-Compartir Igual 4.0 Internacional

Reseña biográfica:
Daniel Roberto Altschuler Stern, (doctor en Física de la Universidad de Brandeis en Massachussets), nació en Montevideo, Uruguay, hijo de inmigrantes alemanes que huyeron del Shoah. Se crió hablando alemán en su casa y español en la calle, donde también jugaba al fútbol con una pelota de trapo. Un gol que le dio la victoria en el último minuto al equipo del Instituto Max Planck de Radioastronomía en Alemania, para el cual jugaba, fue su momento de gloria. Luego de eso, todo fue cuesta abajo.

Es catedrático en el Departamento de Física de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, y por doce años fue Director del Observatorio de Arecibo.

En el 2006 y 2012 ocupó la Cátedra UNESCO del patronato Sur-Norte de la Universidad de Valencia en España.  Fue candidato a la presidencia de la UPR en el 2013.

Hijos de las Estrellas, Akal (Madrid), traducida a varios idiomas, es el resultado de su preocupación por el poco conocimiento científico que tiene un gran sector del público y de su gran interés en la divulgación científica. Próximamente se publicará una nueva edición.

Su más reciente libro publicado por Equipo Sirius (Madrid): Extraterrestres, Humanos, Dioses y Estrella, recoge una serie de ensayos acerca de los cuales dice Eduardo Galeano:

El autor es pariente del cielo, por parte del sol, y pariente de la tierra, por parte de una celulita anónima que vivió hace tres mil quinientos millones de años. Desde su observatorio astronómico, él mira hacia arriba, hacia abajo y a los costados, y así va espiando los pasos de sus dos familias. En este libro, nos invita a compartir lo que ve. Vale la pena hacerle caso: este científico raro escribe con buena música, letra clara y sentido del humor. Se agradece.

En el 2010 recibió el prestigioso premio Andrew Gemant del American Institute of Physics (AIP). Este premio reconoce los logros y contribuciones para llevar la dimensión humanística, cultural y artística de la Física al público general y se otorga anualmente. Altschuler, comparte este importante galardón con figuras como Stephen Hawkings (Cambridge), Alan P. Lightman (MIT), Steven Weinberg (Premio Nobel, U. Texas), y Freeman Dyson (Institute for Advanced Study) entre otros.

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