Nuestra Isla: ¿la queremos verde, o gris?

Autor:
Ileana Galanes

Resumen:
Los estudiantes matriculados en el curso “Ecosistemas y Biodiversidad”, CIBI 3035, y la profesora Ileana Galanes del Departamento de Ciencias Biológicas de la Facultad de Estudios Generales presentaron una exhibición de fotografías y artículos periodísticos titulada “Nuestra Isla: ¿la queremos verde o gris?” Dicha exposición se llevó a cabo en el vestíbulo de la Biblioteca José M. Lázaro. Esta exhibición es el resultado de un proyecto de investigación llevado a cabo por estudiantes provenientes de la Escuela de Comunicación, bajo la supervisón de la doctora Ileana Galanes. Además, contaron con la colaboración del personal del Centro de Recursos Educativos y Tecnológicos (CRET) de la Facultad de Estudios Generales, los cuales ofrecieron talleres y asesoramiento técnico.

Este evento interdisciplinario da a conocer, no solamente las bellezas de los ecosistemas de Puerto Rico y la importancia de conservarlos, sino también el impacto antropogénico en estos ecosistemas. El desparrame urbano en Puerto Rico y las prácticas no sustentables en el uso de la tierra están causando la destrucción y fragmentación de los bosques, la zona cárstica, y los ecosistemas costeros. La construcción de urbanizaciones, centros comerciales y carreteras han cambiado el paisaje de forma permanente, convirtiendo áreas de gran valor ecológico en asfalto y cemento. Además, la gran cantidad de desperdicios generados y arrojados por el ser humano, están contaminando estos ecosistemas y afeando el paisaje de la isla.

La mayoría de las zonas boscosas de Puerto Rico son el resultado de procesos naturales de sucesión ecológica, cuando áreas agrícolas fueron abandonadas luego de la década de los 50, debido a que el enfoque económico de la isla giró hacia la industrialización. El abandono de las fincas, que servían principalmente para la siembra de la caña de azúcar, permitió que estas áreas se regeneraran nuevamente en bosques. Actualmente, aproximadamente un 50% de la isla está cubierto de zonas boscosas, pero solamente alrededor de un 7% está actualmente protegido en Puerto Rico. Por otro lado, este desarrollo urbano sin control ocurre mayormente en elevaciones bajas donde abundan los bosques húmedos, los cuales solo un 3% de éstos están protegidos.

La huella urbana se extiende cada vez más hacia las áreas rurales de la isla y zonas costeras. Si esta tendencia continua, en el futuro los ecosistemas se reducirán y/o quedarán cada vez más fragmentados y aislados. Como resultado, la existencia de muchas especies de plantas, animales nativos y endémicos de Puerto Rico se verán afectadas adversamente por la pérdida de hábitat y el aislamiento. Las áreas urbanas son una barrera para el movimiento de los organismos en especial los terrestres. El aislamiento de los ecosistemas impide que las especies se puedan dispersar para colonizar otras áreas naturales o para la búsqueda de alimento u otros recursos necesarios para su supervivencia.

Los ecosistemas en Puerto Rico al igual que en otras regiones tropicales del mundo poseen la mayor riqueza de especies en comparación con regiones no tropicales, contribuyendo de esta forma al mantenimiento de la biodiversidad del planeta. Por ejemplo, los bosques en Puerto Rico sirven de refugio a una gran diversidad de especies nativas y endémicas de flora y fauna colocando a Puerto Rico entre las 25 zonas de la Tierra que contiene la más alta biodiversidad, llamadas “hotspots” y solo ocupan un 1.4% de la superficie terrestre aunque poseen cerca de un 50% de la biodiversidad del planeta. De estas zonas de alta biodiversidad, el Caribe se encuentra en la posición número ocho.

Estos bosques también son una fuente de especies que sirven para reforestar o restaurar otras áreas, a su vez, esta riqueza de especies permite que los ecosistemas sean más resilientes, manteniendo las condiciones de vida del planeta. Por otro lado, los bosques proveen servicios únicos y vitales a los seres humanos como remover contaminantes del suelo y del aire, retener grandes cantidades de agua y recargar los cuerpos de agua (ríos, acuíferos, embalses) en épocas de sequía. También, contribuyen a bajar las temperaturas de las áreas urbanas, reducen las inundaciones, sirven de amortiguadores de sonido y previenen la erosión del terreno evitando la sedimentación de los cuerpos de agua y la degradación del suelo. Además, son reguladores del clima y reducen el dióxido de carbono de la atmósfera disminuyendo de esta forma los efectos del calentamiento global.

Ileana T. Galanes, Ph.D.
Catedrática Asociada
Facultad de Estudios Generales
Departamento de Ciencias Biológicas

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